Historias De Abuelitas... Solo Para Bloggers
Mi abuelita (Q.E.P.D.) era un caso total . Ella era de esas pocas personas que muchos años después de fallecida aún cuesta creer que no convive entre nosotros por el simple hecho de que su presencia era demasiado perdurable, sus dichos y frases inmortales.
Durante nuestra infancia, los oidos de todos aquellos que fuimos sus nietos fueron enriquecidos con ese lenguaje criollo que solo una abuela de pueblo puede ofrecer. De sus labios solían emanar perlas del calibre de "Es que su papá es un retobo!!" o el infaltable "Usted si jode mas que un marica con dos culos!!" Todo esto naturalmente dicho con el enorme cariño que tanto caracteriza a las abuelitas.
De la madre de mi madre tengo muchos recuerdos; la mayoria agradables, otros... aun no decido si catalogarlos como cómicos, o mas bien perturbadores.
Entre estos últimos, recuerdo que mi abuelita tenia una perra de raza pastor alemán a la que llamabamos Laika. Un dia llegando del colegio mi fosas nasales fueron asaltadas por un olor a podrido que parecia provenir de la casa de la abuela. Efectivamente, cuando llegué y abrí la puerta, el hedor (porque a estas alturas ya no era olor) se podia literalmente palpar con los dedos. Cuatro metros al fondo en la cocina se encontraba la fragante abuelita batiendo una sopa de una cosa que parecia orejas de marrano con patas de cabra, la cual minutos despues le sirvió a la pobre Laika y ella, sin voz ni voto en los asuntos culinarios del hogar, no tuvo mas remedio que devorárselo. Yo quedé sano de todo este asunto hasta que un buen dia la acompañé al mercado campesino, y ya cuando todo mundo se había ido se acercó al carnicero y le preguntó "Buenas, todavia le quedan panochas de vaca para la perra?"
Algun tiempo después, Laika tuvo un perrito al cual decidi llamar Danger. El chandoso era cacheton y cuajado, todo mundo vivia enamorado de él hasta que un dia se enterró un vidrio en una pata y se comenzó a desangrar. Yo me puse a gritar como loco "ABUELITA, SE CORTO EL PERROOOO!! LLEVEMOSLO AL VETERINARIO!!" a lo cual mi abuelita solo respondió "cual cuento de veterinario! a eso hay es que echarle café!!" y si señores, al perro se le echó café en la pata, y al otro dia como era de esperarse amaneció tieso pero eso si oliendo a un delicioso y humeante café sello rojo.
Otro dia cuando por fin me comenzó a salir algo de barba (china, por supuesto) arranqué feliz brincando en una pata a la tienda para comprar mi primera Gillete prestobarba desechable azul. La dejé encima del lavamanos un par de dias y cuando la fuí a usar, noté que en medio de las dos cuchillas habia 5 o 6 pelos amarillentos y gruesos que mas bien parecían cerdas. Obviamente boté la prestobarba a la miercoles completamente perturbado por el enigma de los pelos amarillos, hasta que un dia, mucho tiempo despues, encontré a la abuelita afeitando la pata de marrano que habia comprado para el almuerzo con la famosa Gillette. Obviamente jamás volví a saber lo que era una afeitada por el resto de mis dias en esa casa... igual tampoco es que se necesitara mucho.
No habia amigo que fuera invitado a la casa de la abuela que pudiera salir de allí sin haberse rezado el Salmo 91. Yo en mi condición de anfitrión fuí quien mas llevó del bulto, y fueron tantas veces las que me tocó leerlo que hoy, casi 15 años despues, aun no olvido que comenzaba con el inolvidable "El que habita al abrigo del altisimo morará la bajo la sombra del omnipotente. Diré yo al señor: esperanza mia y castillo mio, mi Dios en quien confiaré, bla bla bla bla..."
Ser flaco en la casa de mi abuelita era una tarea bastante complicada, aunque de algun modo lo logré la mayor parte del tiempo. Mi abuelita no servía la comida en plato sinó en bandeja, y muchas veces uno salía de la casa solo para ser sorprendido ya casi en la esquina con el grito de "PAPIIIIITOOOOOOOO..... NO SE VAYA SIN TOMARSE LA SOOOOPAAAAAAAA" el cual espantó a mas de una novia o posible amigobia/rumbeo/goce/desparche. Ademas, mi abuelita era toda una chef cuando se trataba del arte de manejar la sartén repleta de aceite reciclado con la cual se fritaban los huevos del desayuno, la carne del almuerzo y las tajadas de plátano de la cena.
Alguna vez ya dije que gracias a mi abuelita me gané el apodo que mas detesté durante mi época de colegio. Y lo que es peor... los pocos amigos del colegio que me he encontrado por facebook AUN SE ACUERDAN DEL MALDITO APODO y no dudan en llamarme por él en vez de mi verdadero nombre.
Ay abuelita... como se te extraña por estos dias.