jueves, 30 de junio de 2011

La Negra Burra Tomasa


Aparte de mis dos o tres primos maternos, mi abuelita Lucila (Q.E.P.D.), y unos cuantos amigos que han tenido la oportunidad desgracia de escucharme rebobinar el cassette durante alguna borrachera, muy poca gente puede decir que conoce esta historia de primera mano.

He aquí entonces la historia de Tomasa, la burra (antes de que los años y el Alzheimer hagan de las suyas y eviten que se la pueda contar a mis nietos).

Erase una vez, en las lejanas tierras de Nunca Jamás.... (ok, creo que es obvio que algo como esto solo pudo suceder en Neiva), cuando yo tenía como doce años... nos encontrábamos una tarde cualquiera frente a la casa patriarcal mis primos, mi abuelita, y yo, tomando el efervescente sol opita y chismoseando con los vecinos.

La casa de mi abuela no quedaba en el barrio mas lujoso de la ciudad. Por el contrario, era un barrio mas bien criminal lleno de gamincitos, rateros de tres pesos, y olfateadores profesionales de pegante industrial para zapatos. Frente a la casa se extendía un camino semi destapado por el cual pasaban más que todo bicicletas destartaladas y motos de dudoso cilindraje, mientras al otro lado crecía entre los tanques de A.C.P.M. una maleza de rebozante esplendor que albergaba no solo la basura del vecindario sino tambien los cadáveres al aire libre de todas sus mascotas fallecidas. Fué en este lugar donde recuerdo haber escuchado por primera vez la palabra "mortesino" o "mortango" en referencia al fétido olor proveniente de algún cadaver canino en descomposición.

Esa misma tarde, a lo lejos, escuché por primera vez su rebuzno a modo de queja. Tomasa, quien aún no sabía que se llamaba así, se dirigía hacia nosotros por aquel camino polvoriento a paso lento y desganado, mientras un tipo de unos 45 años mal cuidados, alto, flaco, y desgarbado venía golpeándola con un rejo, azotándola con tanta fuerza que nos hizo gelatina el corazón.

Cuando la particular pareja cruzó frente a nosotros, le insistí a mi abuela que por favor le hablara al señor para que dejara de golpear a la burrita.

- Oiga señor, por qué azota así a la burra?
- (En el más marcado acento opita) Nuuuu es qu' esta guámbita es muy terca y no quiere andar!!! Quiubo pués, joche!!

Entonces se me prendió el bombillo! (Noten como esto nunca termina bién)

- Abuelita, y qué tal si compramos la burra?
- Y dónde nos la vamos a meter?
- Imagino que se puede quedar a dormir en el patio...
- Y qué se supone que vamos a hacer con ella?
- Pués montarla por toda la cuadra! Si vés abuelita? Soy un genio.

Y sí señores, como uno era el nieto consentido, el especial, al que nada se le negaba, pués esa misma tarde y por la módica suma de $5.000 pesos oro terminamos comprando la famosa burra a quien prontamente bautizamos "Tomasa" en honor a la cumbia que despues hiciera famosa el grupo Caifanes. No solo estaba desnutrida tirando a raquítica, sino que ademas tenía una marca en el muslo izquierdo en forma de "F", pero que según su vendedor, era una "R" mal cicatrizada ("R" de Ricardo, para indicar su propiedad). Ahora que lo pienso, era bastante obvio que el tipo se la robó de algun potrero aledaño, pero quién tenía tiempo de reparar en pequeñeces cuando lo importante en ese momento era salvar al pobre animalito de terminar convertido en salchichón cervecero?

No pasó mucho tiempo antes de que Tomasa y yo nos convirtiéramos en la sensación de la cuadra. Mientras mis amiguitos solían tener perros, gatos, y loros, yo tenía en mi haber a toda una señora burra que podía montar para dar paseos alrededor de la cuadra cual guerrero victorioso volviendo de las cruzadas. La fiebre de montar en Tomasa llegó a tal punto que se armaban filas de pelaitos esperando turno frente a la casa de mi abuela para poder hacer parte de la cabalg... eee... burrata.

Pero claro, no todo podía ser color de rosa. Digamos que... Tomasa no era precisamente la reencarnación de rocinante en cuanto a elegancia y paso fino, y si alguno de ustedes ha montado en toro mecánico, sabrá de qué estoy hablando. El que no terminó descalabrado, como mínimo terminó montado en posición invertida y aferrándose a la vida del frondoso pelaje estomacal de nuestra protagonista.

El dia menos pensado, Tomasa salió a dar una vuelta sola por el barrio, como era costumbre, y jamás regreso. Algunos dicen que la vieron en amorios con otro burro que rondaba la zona, el cual le hizo promesas de llevarla a conocer el mar. Otros dicen que la vieron muerta y convertida en "mortango" entre las matas de pringamosa que brotaban al lado del antiguo ferrocarril. Su paradero nunca se supo con certeza, pero lo que sí es cierto es que su nombre ahora es sinónimo de alegrias, descalabros, y niñez, y que su historia, hoy más de 20 años después, se ha convertido en toda una anécdota que hace cagar de la risa a mis amigos cuando ya nos han apagado la música en la fiesta.


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P.d: Algo simple la historia, pero la idea era escribirla para que después no se me olvide con los años.

P.d. 2: Noten que no hay costeños en este post, y al primero que haga alguna referencia de corte sexual le va la madre. Es mi total intención que este blog siga siendo catalogado PG-13 por la D.B.A. (Desocupated Blogger Association).

10 elefantes se balanceaban...:

MonicaDC junio 30, 2011 5:10 p.m.  

Que bonito como salvaste la burra!
Mientras tuvieron la burra en la casa como la mantenian? Me hiciste pensar en el capitulo de los Simpson donde tenian un caballo y lo vendieron pues no lo podian mantener jaja

Y por cierto, gracias por advertir a los costeños!

Lolo junio 30, 2011 6:45 p.m.  

Awwwwwwww
que historia mas tierna... y que abuelita mas alcagüeta
Slds,

@driPod junio 30, 2011 7:13 p.m.  

Maestro, insisto usted es el que sigue para el nobel....
INSISTO debes escribir la versión opita de "VIVIR PARA CONTARLA" ya la leiste? es pura risa y tus anecdotas también. Igual que de paso de ganarte el nobel dejarias por encima de NY City a Neiva City porque todo el mundo en vez de buscar a Macondo iria a visitar Neiva.
Adripod

Alexillopillo julio 01, 2011 8:45 a.m.  

Monica: Mi abuelita le preparaba caldos "especiales" a Tomasa. Y con "especial" me refiero a que eran sopas hechas a base de la parte de la vaca con la que hace chichi.

Lolo: no tienes idea lo que extraño a mi abuelita. Era alcahueta, pero tambien sabia cuando templar la cuerda y ser estricta. Sin duda sería una persona completamente distinta a la que soy hoy de no ser por el tiempo que viví en su casa.

Adri: No me eches tantas flores que yo soy como Tomasa jejeje Me echan flores y me las como. Hace muchos años terminé de leer "Vivir para contarla", pero aun la mantengo sobre mi mesa de noche y nunca pienso moverla de ahi.

MonicaDC julio 01, 2011 12:28 p.m.  

jajajaaaa
Eso no era el mismo caldo que tu abuelita le daba a un perr@ que tenias?

Alexillopillo julio 01, 2011 12:28 p.m.  

Exactamente... ese era el alimento oficial de toda mascota en esa casa jajaja

Mafe julio 02, 2011 9:12 a.m.  

Todo un salva-burras desde chiquito, quien te viera!!
Una ternura de historia, y si, tambien hace extrañar abuelitas y abuelitos... no se vale, me pusiste sentimental!

:P

Anónimo,  julio 02, 2011 12:51 p.m.  

Admitalo, usted esta asi de bueno porque desde chiquito comió burra...

Saludos

Jaime Bakulic julio 18, 2011 12:04 a.m.  

por Dioh que es refrescante leerte.

Si, soy yo, el que rebota en la internets de tanto en tanto. Escribí y por supuesto me asomé a leerte.

Yo tuve un pastor alemán, lo monté un par de veces pero pronto quedó claro que no se podía. Eso sí lo tuve unos 15 años. Lo echo de menos.

Un gusto leerte! bueno eso ya lo dije.. jaja

cuidate

Mariachis Bogota abril 27, 2012 7:54 a.m.  

Felicidades por este post esta muy chevere.

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